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MODA COLOMBIANA: Evolución sin precedentes

St Dom MODA COLOMBIANA: Evolución sin precedentes

El panorama está cambiando, y la moda actual se ha montado en el tren de la transformación y la autenticidad, pronosticando larga vida y recordación a las manos creativas de esta latitud. Así ha sido su evolución.


Vestidos floreados, insertos de molas y sombreros de caña flecha fueron durante años la foto de una pasarela local. La moda a la colombiana, arrancando el período de globalización, se concibió como una radiografía de nuestra cultura, y su identidad se redujo a retratar lo que hicieron nuestros artesanos por siglos, o a interpretar lo que se supone que debíamos vender a los ojos de un consumidor internacional ficcionado. Pero el panorama está cambiando, y la moda actual se ha montado en el tren de la transformación y la autenticidad, pronosticando larga vida y recordación a las manos creativas de esta latitud. Así ha sido su evolución.

La moda en Colombia se caracterizó durante siglos por ser conservadora y algo reacia a adaptar nuevas tendencias. Antes de la llegada de internet, y por consiguiente de un planeta globalizado, la “moda” llegaba lenta y débilmente a las familias colombianas a través de revistas traídas de Europa y Estados Unidos, y adaptada empírica y rudimentariamente en ancestrales máquinas de coser caseras. Los diseñadores del siglo pasado procuraban leer e interpretar esas propuestas modernas que se gestaban “al otro lado del charco”, y confeccionar para elegantes mujeres que se querían sentir parisinas al menos por un rato.


Todo empezó a cambiar con la llegada de internet y la entrada de gigantes de la moda que comenzaron a traer prendas novedosas al mercado, y por fin a precios accesibles al público común. La ropa de las calles criollas, después de décadas de estar en su burbuja rezagada, empezó a estar alineada con la de las calles del primer mundo. Ese fue el momento en que los talentos locales comenzaron a despertarse del letargo al que estaban sometidos, y el avance resultó imperativo. Los creativos colombianos se vieron obligados a entender que no tenían que diseñar ropa que pareciera traída de Milán, sino que debían llevar a Colombia en cada costura para así diferenciarse.

La caleña Johanna Ortiz, por ejemplo, según cifras del 2019 provistas por la CEO de la compañía, Catalina Londoño, exporta el 90% de su producción, siendo Estados Unidos el receptor del 66% de las prendas, y Europa el resto. Tiene tres canales de venta: sus tiendas físicas que aportan el 12%, retail a través de grandes superficies de lujo que distribuyen sus colecciones alrededor del mundo generan el 28%, y online es el 60% de las ventas. Estas cifras confirman que el diseño colombiano resulta sumamente atractivo en el exterior. Pero qué es “lo colombiano”. Tal vez, una identidad tropical, femenina y sensual. ¿Un estereotipo?, tal vez, pero desde este modo local es que Colombia se contonea por veraneaderos de lujo vistiendo a élites internacionales.

Y es que el síntoma global que ha repercutido en este crecimiento, y especialmente en la atracción de las miradas al diseño colombiano, es el rescate de técnicas de artesanía tradicional y su aplicación al diseño contemporáneo. Lo que antes hacía parte de las tradiciones y supervivencia de comunidades indígenas y campesinas, hoy complementa las colecciones de diseñadores emergentes. Ferias como la que promueve Corferias a finales de año en Bogotá, Expoartesanías, son hoy incubadoras de talentos que serán más adelante utilizados por marcas modernas. Jóvenes como Manuela Álvarez, Humberto Cubides o Nicolás Rivero, director creativo de A New Cross, trabajan de la mano de artesanos que le ponen un toque único, manual y ancestral a sus creaciones; cualidad valorada especialmente en el exterior.

Esta admiración y fama ha traído a un nuevo colectivo de compradores internacionales, y ha convertido a Colombia en un destino turístico perfecto para hacer compras de moda. Piezas únicas, con legado e historia artesanal, y con una identidad palpable a kilómetros de distancia. Este capítulo de evolución está en apogeo, pero es mucho el camino por descubrir, porque son cientos de comunidades ancestrales que seguirán aportando técnicas e historias, y miles de nuevos talentos que están por emerger para seguir nutriendo lo que hoy podemos llamar “moda a la colombiana”.


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